Por el Hno. Michael Riggs, OSA
Cada día es una peregrinación cuando tu ministerio diario se lleva a cabo en un santuario. Hago mi viaje de quince minutos desde nuestro convento, ubicado en el corazón del sur de Filadelfia, pasando por los perros que ladran en el parque y los autos que corren por Broad Street (donde tocar la bocina es tan común como estrechar la mano) hasta que finalmente Llega a mi oasis.
La misa de la mañana en el Santuario Nacional de Santa Rita se lleva a cabo en la capilla inferior, donde hermosas esculturas de metal de los santos rodean el camino, iluminadas por velas votivas rojas, todas frente a la pieza central de nuestra patrona, Santa Rita. Y de repente, todo el ruido de la ciudad que golpeaba mis oídos durante mi caminata se ahoga con la inundación de silencio que me inunda cuando llego al santuario. ¡Ahhh, paz por fin!
La paz es lo que todos anhelamos en esta vida, y sólo está garantizada en la vida eterna. Es lo que muchos en nuestro mundo hoy tienen hambre y, de aquellos que pasan hambre, algunos eventualmente encuentran el camino a Santa Rita. Durante los últimos nueve meses, he pasado mi año pastoral sirviendo en el Santuario Nacional de Santa Rita de Casia, un lugar de peregrinación diaria, mensual y anual para muchas personas, tanto a nivel local como nacional. Es un lugar donde las personas encuentran esperanza para sus causas desesperadas y paz en sus vidas problemáticas. He tenido el privilegio de escuchar algunas de esas historias sobre cómo Santa Rita ha tocado las vidas de nuestros visitantes, y siempre estoy asombrado por la poderosa oración intercesora de Rita.
Un día, un hombre que vino de Florida me contó que su madre estaba en el hospital con COVID-19 y todos los médicos decían que su situación no se veía bien. Estaba desesperado por oraciones y alguien le habló de Santa Rita y su patrocinio para aquellos con casos imposibles. Recurrió a ella de inmediato y en cuestión de días su madre comenzó a sanar, hasta que finalmente fue dada de alta del hospital libre del virus. Quedó conmocionado y asombrado no sólo por la recuperación de su madre, sino también porque este pequeño santo le era completamente desconocido ya que su ciudad natal era en realidad Filadelfia. No tenía idea de que el santuario existía hasta que realmente lo necesitó, pero viajó hasta aquí para agradecer este regalo milagroso que Santa Rita le dio.
Historias como ésta me sostienen en mi ministerio; Algo extraordinario sucede cuando nos dirigimos a Santa Rita en oración. Este acto fortalece nuestra fe en que lo imposible podría hacerse posible, que se podría lograr la paz entre familias rivales, que aquellos afectados por enfermedades graves serían restaurados y que un hombre que una vez fue crucificado podría resucitar de entre los muertos. Todos nos enfrentamos regularmente a casos aparentemente imposibles, y Santa Rita es un recordatorio para que nunca perdamos la esperanza en nuestro Dios, que ama a quienes confían en él. Al honrar a este increíble santo agustino, recordemos mantener siempre viva la esperanza en nuestros corazones, porque si podemos esperar que sucedan cosas más grandes, ciertamente podemos mantener viva la esperanza en nuestra vida diaria. ¡Santa Rita de Casia, ruega por nosotros!
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