Nunca solo
Por el P. Joe Narog, OSADirector de Vocaciones, Provincia Agustiniana de Santo Tomás de Villanova
Al reflexionar sobre la promesa de Jesús en el Evangelio de Mateo – “Yo estoy con vosotros siempre” (Mt 28:20b) – no puedo evitar recordar los muchos momentos en los que esto demostró ser cierto durante mi discernimiento vocacional y formación inicial como agustino. Como “vocación posterior”, al entrar en la formación a la edad de treinta y nueve años y medio, sería insuficiente decir que encontré muchas transiciones en mi vida. Mientras firmaba mi carta de renuncia a una carrera de quince años en la Comunidad de Inteligencia de los Estados Unidos, sentí que estaba teniendo una experiencia extracorporal. Y aprender a sacrificar parte de mi independencia no siempre fue tan fácil. De hecho, durante mi primer año de formación inicial, a menudo me encontraba preguntándole a Jesús si era allí donde realmente quería que yo estuviera. Sentí que la respuesta seguía siendo la misma: me estaba llamando a discernir más profundamente con los agustinos. Y así lo hice.
Es a través de mis hermanos y hermanas agustinos que llegué a reconocer más vívidamente que Jesús está realmente conmigo – y con todos nosotros – siempre. Después de regresar de mi año de noviciado, tomar los votos simples y comenzar un año más de estudios, me enfrenté a una de las pruebas más grandes de mi vida. Primero mi madre y luego mi padre murieron con unos diez meses y medio de diferencia. Es un viaje que nunca olvidaré; Siempre estaré agradecido de que se me permitiera estar con ellos en sus enfermedades y muertes.
En lo que a veces parecía ser una experiencia muy solitaria, recordé que nunca estuve realmente solo. El día que murió mi mamá, mi exdirectora de novicias y dos de mis compañeros agustinos se presentaron en casa de mis padres. Ni ellos ni mi familia tenían idea de que su visita coincidiría con su fallecimiento. Sin embargo, allí estábamos, celebrando Misa junto a la cama de mi madre y tranquilizándola (y a nosotros mismos) sobre las poderosas palabras de Jesús: “Yo estoy contigo siempre”.
Apenas seis meses después, mi papá fue operado de la cual nunca se recuperó y permaneció en el hospital durante 130 días. Durante ese período, nos visitaron no menos de ocho agustinos, todos los cuales se ofrecieron a ungir a mi padre. Me guiñaba un ojo, no queriendo decepcionar a ninguno de ellos. Cada vez que mi papá fue ungido, tanto él como yo experimentamos nuevamente la promesa: “Yo estaré con vosotros siempre”.
Incluso en los días más estresantes o tristes de cuidar a mis padres, todavía encontraba algo por lo que agradecer a Dios. Esto me pareció muy significativo y se cultivó sólo a través de mucha oración – incluyendo recurrir a mis amigos, Santa Rita y San Judas – y los momentos que compartí con mi familia agustiniana. Me impulsó a continuar con los votos solemnes y la ordenación. Es lo que me inspira ahora que trabajo con hombres en su discernimiento vocacional y formación inicial. No importa lo que les depare la vida, humildemente espero que, de alguna manera, yo y mis experiencias puedan servir como un recordatorio de la promesa interminable de Jesús: “Yo estoy con vosotros siempre”.
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