Los agustinos reunidos para el Capítulo General se reunieron con el Papa Francisco la madrugada del viernes en el Vaticano, donde el Pontífice exhortó a los frailes a vivir su llamado a la caridad fraterna enraizada en Dios:
“Vosotros, agustinos, habéis sido llamados a dar testimonio de esa caridad cálida, viva, visible y contagiosa de la Iglesia, a través de una vida comunitaria que manifiesta claramente la presencia del Resucitado y de su Espíritu. “
La principal oportunidad de vivir esta caridad, añadió, se da en el contexto de la vida comunitaria. Enfatizó que si bien el estilo de vida agustiniano tiene sus raíces en una experiencia espiritual compartida, nuestras experiencias de caridad más importantes se encuentran en las “pequeñas cosas cotidianas” que conforman la vida comunitaria.
Apeló nuevamente a su Exhortación Apostólica de 2018, Gaudete et exsultate, donde invoca específicamente la historia de Agustín para mostrar que “una comunidad que valora los pequeños detalles del amor, cuyos miembros se preocupan unos por otros y crean un ambiente abierto y evangelizador, es un lugar donde el Señor resucitado está presente, santificándolo según el designio del Padre”
Si bien el carisma de la caridad fraterna tiene lugar dentro y entre las comunidades agustinas, su objetivo es extenderse hacia afuera para "mostrar a Dios vivo al mundo". La importancia del amor fraterno es aún más importante, afirmó el Pontífice, en medio de escándalos como el que enfrenta ahora la Iglesia. Apeló de nuevo a la carta de San Agustín a San Jerónimo, donde nuestro Santo Padre describió su experiencia de comunidad: “Al amor de tales amigos me entrego fácilmente sin reservas, especialmente cuando estoy irritado y cansado por los escándalos de este mundo. ; y en su amor descanso sin ninguna preocupación que me perturbe: porque percibo que Dios está allí”Lea el discurso completo del Papa a continuación:
Queridos hermanos,
Os doy la bienvenida a todos, reunidos en Roma para el Capítulo General, y agradezco al Prior General sus palabras.
En este Capítulo te has propuesto afrontar los desafíos más importantes del momento, a la luz de la Palabra de Dios, y de las enseñanzas de la Iglesia y del gran Padre Agustín.
Sabéis muy bien que las comunidades de personas consagradas son lugares donde queremos vivir la experiencia de Dios desde una interioridad profunda y en comunión con nuestros hermanos y hermanas. Este es el primer desafío de fondo que afrontan las personas consagradas y que hoy quiero confiaros en particular a vosotros: experimentar juntos a Dios para poder mostrarlo a este mundo de manera clara, valiente e intransigente. ¡Es una gran responsabilidad!
Recuerdo las palabras de San Pablo VI en la maravillosa Exhortación Evangelica testificatio: “Desde el principio, la tradición de la Iglesia –¿es necesario recordarla?– nos presenta este testimonio privilegiado de una búsqueda constante de Dios, un amor indiviso sólo por Cristo y una dedicación absoluta al crecimiento de su reino. Sin este signo concreto, se correría el peligro de que la caridad que anima a toda la Iglesia se enfriara, de que la paradoja salvífica del Evangelio se embotara y de que la “sal” de la fe perdiera su sabor en un mundo en proceso de secularización”. (3).
Vosotros, agustinos, habéis sido llamados a dar testimonio de esa caridad cálida, viva, visible y contagiosa de la Iglesia, a través de una vida comunitaria que manifiesta claramente la presencia del Resucitado y de su Espíritu. La unidad en la caridad –como bien explican también vuestras Constituciones– es un punto central en la experiencia y espiritualidad de san Agustín y fundamento de toda la vida agustiniana. Desde esta perspectiva, en la Exhortación Apostólica Gaudete et exsultate quise recordar “la sublime experiencia espiritual compartida por san Agustín y su madre, santa Mónica”. (142): momento en el que sus almas se fundieron en la intuición de la Sabiduría divina. Lo releemos siempre con emoción en la memoria litúrgica de santa Mónica. Ese deseo de la Santa que al final tuvo lo que buscaba, y más aún. Ese “cumulatius hoc mihi Deus meus prestitit” (San Agustín, Confesiones, IX,11). Esto debe animarnos a seguir adelante.
“Estas experiencias, sin embargo”, agregué inmediatamente, “no son ni las más frecuentes ni las más importantes. La vida común… se compone de pequeñas cosas cotidianas. … Una comunidad que cuida los pequeños detalles del amor, cuyos miembros se cuidan unos a otros y crean un ambiente abierto y evangelizador, es un lugar donde el Señor resucitado está presente, santificándolo según el designio del Padre” (ibid< /em>, 143, 145).
Ciertamente, mantener viva esta llama de la caridad fraterna no será posible sin aquel “in Deum” de vuestra Regla: “Primum, propter quod in unum estis congregati, ut unanimes habitetis in domo et sit vobis anima una et cor unum in Deum” (3). Es decir, tender hacia Dios. Esta adición a la expresión de los Hechos de los Apóstoles es propia de Agustín, para subrayar que éste es el profundo dinamismo de vuestras comunidades, la primera gran fuente de la que brota todo vuestro servicio a la Iglesia y a la humanidad. El anima una et cor unumnace de esta fuente perenne: in Deum. Vuestros corazones, siempre tendiendo hacia Dios. ¡Siempre! Que cada miembro de la comunidad se oriente, como primera “santa intención” de cada día, hacia la búsqueda de Dios, o dejarse buscar por Dios. Esta “dirección” debe ser declarada, confesada y testimoniada entre vosotros sin falsa modestia. La búsqueda de Dios no puede verse oscurecida por otros fines, incluso aquellos que sean generosos y apostólicos. Porque ese es vuestro primer apostolado. Estamos aquí – debéis poder decirlo cada día, entre vosotros – porque caminamos hacia Dios. Y como Dios es Amor, uno camina hacia Él en amor.
Como escribió el querido padre Agostino Trapé: “Según la Regla, la caridad no es sólo el fin y el medio de la vida religiosa, sino también su centro: de la caridad debe proceder y hacia la caridad debe orientarse, con perpetua movimiento de causalidad circular, cada pensamiento, cada afecto, cada actitud, cada acción” (San Agustín, La Regola, Milán 1971 Ancora, p. 137).
Escribiendo a San Jerónimo, San Agustín expresó así su propia experiencia de comunidad: “Me entrego sin reservas al amor de tales amigos, especialmente cuando estoy irritado y cansado por los escándalos de este mundo; y en su amor descanso sin preocupaciones que me perturben: porque percibo que Dios está allí” (Cartas 73,10). Y ante los escándalos de la Iglesia o también de vuestra familia, la paz está en este camino. Volviendo a esto… y los escándalos caen solos, porque demuestran que no hay otro camino, este es el camino.
Es bueno volver a menudo a aquella meditación que Agustín ofreció a sus fieles, en la Primera Carta de Juan, donde la Iglesia es llamada por él “mater charitas”, una madre que llora por la división de a sus hijos y llama y recuerda la unidad de la caridad: “Entonces, si quieres saber que has recibido el Espíritu, interroga tu corazón; no sea que, teniendo el Sacramento, y no teniendo la virtud del Sacramento, interroga tu corazón. Si hay amor por vuestros hermanos, tranquilizaos. No puede haber amor sin el Espíritu de Dios: como Pablo clama: El amor de Dios ha sido derramado en vuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado. Romanos 5: 5” (ibid., VI, 10).
Vuestras Constituciones se refieren a esta caridad fraterna como “un signo profético”, y es sabia la advertencia cuando dicen: “No podremos realizar todo esto si no tomamos nuestra cruz diaria por amor de Cristo, con humildad y dulzura". La cruz es la medida del amor, siempre. Es verdad que se puede amar sin cruz, cuando no hay cruz, pero cuando hay cruz, la manera en que tomo la cruz es la medida del amor. Así es.
Volvamos a la meditación de Agustín para escuchar de él, padre y guía, lo que es, en definitiva, la via charitas: “Un mandamiento nuevo, dice el Señor, os doy, para que amarse unos a otros (Jn 13: 34)… ¿Qué es la perfección del amor? Amar incluso a los enemigos, y amarlos para este fin, que sean hermanos. … Porque tanto amó Aquel que, colgado en la cruz, dijo: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lc 23: 34). … Estaba fijado en la cruz, y sin embargo caminaba precisamente de este modo: este es el camino de la caridad” (ibid., I, 9).< /p>
Queridos hermanos, este es también el desafío y la responsabilidad de vuestro hoy: ¡vivir en vuestras comunidades de manera que juntos experimentemos a Dios y podamos mostrarlo vivo al mundo! La experiencia del Señor, tal como Él es, tal como Él nos busca cada día. Que María, madre de Jesús y figura luminosa de la Iglesia, os acompañe y os guarde siempre. Os bendigo de corazón y os pido, por favor, que oréis por mí. Gracias.
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