Carisma agustiniano: vida en comunidad
El carisma de la comunidad
La comunidad es el eje en torno al cual gira la vida religiosa agustiniana: una comunidad de hermanos que viven juntos en armonía, unidos por una sola alma y un solo corazón, buscando juntos a Dios y abiertos al servicio de la Iglesia. Esta comunidad es fruto de la caridad y se expresa en la amistad, que produce y alimenta la lealtad, la confianza, la sinceridad y la comprensión mutua.
Nosotros, los agustinos, seguimos el ejemplo de San Agustín de Hipona, el obispo del siglo V en el norte de África. Lo que fue esencial para Agustín cuando reunió a los primeros miembros de su comunidad fue capturar el espíritu de los primeros cristianos que se encuentra en los Hechos de los Apóstoles: una comunidad que se unía y compartía todas las cosas en común, mientras ministraba al Pueblo de Dios.
El fundamento y característica de la vida agustiniana es "vida en común”, en el que los frailes buscan construir un camino dirigido a Dios en el servicio a los demás. Esto lo hacemos no sólo compartiendo ideales y valores, sino también en la comunión de todos nuestros bienes materiales y espirituales. esforzaos en crecer por el don de la gracia de Dios, y así dar testimonio del misterio de la Trinidad y de la Iglesia, anticipando ahora en la tierra la realidad que esperamos en el futuro en la casa del Padre.
Las palabras iniciales de la Regla de San Agustín nos dan dirección: debemos ser de una sola mente y corazón en el camino hacia Dios. Somos viajeros juntos en peregrinación, en la que Cristo es nuestro compañero constante, así como nuestro camino y nuestra meta.
La actividad de nuestro camino está marcada por la experiencia y el consejo del propio Agustín, y se caracteriza por tres elementos esenciales: la búsqueda constante de Dios a través de una profunda vida interior; el amor práctico al prójimo; y la búsqueda constante de la verdad.
Nuestra vida común se basa en la aceptación y el respeto mutuos, la bondad y la preocupación, así como en la voluntad de escuchar a los demás y abrirse a ellos.
Arraigado en la espiritualidad agustiniana
La espiritualidad agustiniana es una lente única a través de la cual uno puede descubrir a Dios. A partir de la propia vida de San Agustín, sus escritos y sus enseñanzas, la espiritualidad agustiniana se puede resumir en gran medida como el acto de caminar juntos en busca de la verdad que es Dios.
Este viaje, como da ejemplo la propia vida de Agustín, no fue simplemente un viaje comunitario e interno hacia Dios, sino más bien un viaje comunitario y exterior. Agustín tomó las Escrituras como guía para la verdad y siguió específicamente el ejemplo de la primera comunidad cristiana descrita en los Hechos de los Apóstoles. Como tal, él y las comunidades en las que vivió siguieron el modelo exterior de amor de Cristo a través del servicio a los demás.
La caridad nos une en Cristo, ayudándonos a reconocer los signos del amor de Dios en los acontecimientos y circunstancias de la vida. Así, unidos en la caridad, compartimos mutuamente los dones que nos son dados a nosotros y a los demás. Nuestra amistad en Cristo no sólo favorece el desarrollo de la personalidad de cada uno, sino que también aumenta la libertad dentro de la propia comunidad, en la que una sana apertura de espíritu favorece el diálogo y goza de una autonomía necesaria para servir mejor a Dios.
La humildad y la pobreza son el fundamento de nuestra vida común y espiritual, y están tan estrechamente relacionadas que nadie puede ser llamado “pobre de Dios” como lo fue Agustín, sin ser humilde. Por razón de pobreza y humildad consideramos todos nuestros bienes, tanto materiales como espirituales, como bienes de todos, porque no los tenemos como propiedad personal, sino como algo que Dios nos ha dado para ser administrados. Todos somos mendigos ante Dios. Por eso hacemos uso de los bienes de la tierra como herramientas en nuestro camino hacia nuestra patria celestial.